REY DE RÍO
En pleno Mundial 2014, un diario brasileño puso en su portada una foto de Luis Suárez tras su segundo gol contra Inglaterra junto con ese titular grandilocuente. Hoy a los norteños les pasa lo mismo con Giorgian de Arrascaeta, a quien –aunque juegue de celeste– sueñan de verde y amarillo.
Brasil tiene más de doscientos millones de habitantes; tiene futbolistas para elegir, y de los buenos. No es que los brasileños anden nacionalizando jugadores, como hacen otras selecciones, pero cada tanto le echan el ojo a alguno. Cuando eso pasa, lo añoran, lo sueñan, lo imaginan y hasta le ponen virtualmente la camiseta de la selección. Son así, mucho más efusivos que lo que podemos ser nosotros en dos vidas. Del mismo modo que durante la disputa de su Mundial se permitían el –fútil– ejercicio de imaginarse como compatriota a quien era entonces el mejor centrodelantero del mundo, hoy lo hacen con otro de nuestros jugadores, al que ellos llaman simplemente Arrasca.
Giorgian de Arrascaeta, un jugador al que a veces le cuesta ser comprendido del todo por el paladar futbolístico del hincha uruguayo y al que la experiencia de jugar según sus convicciones no le resulta precisamente un campo de rosas cuando se viste de celeste, es visto con otros ojos más allá del Chuy. Tiene que ser muy bueno un ciudadano uruguayo para destacarse en Brasil. Sobre todo en dos puestos: lateral –por cualquiera de las dos puntas– y enganche. Brasil tiene una fábrica de jugadores en todos los lugares de la cancha, ya no le pasa más aquello de tener arqueros o zagueros flojos, y en esos sectores acumula talento al límite de la ostentación. En ese país que una vez salió campeón del mundo con cinco números 10 jugando juntos, en el país de los camisa 10, el mejor es uruguayo. Aunque allá juegue con la 14.
Mientras que en Uruguay no le vemos demasiada utilidad al tradicional jugador creativo que hace de nexo entre el mediocampo y la delantera por aquello de que nuestro 4-4-2 necesita gente que corra, si es posible detrás de la pelota, en Brasil sí se lo valora. El propio Giorgian lo ha dicho, siente que su estilo de juego se adapta a lo que se juega en Brasil. Es un fútbol en el que se siente como en casa y un país en el que hay gente que nombra Giorgian a sus bebés, cosa que hasta ahora no sucede en el territorio de la República Oriental del Uruguay. Hablando de brasileros, basta ver cómo se ponen en las redes sociales cuando De Arrascaeta no juega de titular en Uruguay. Mucho peor era la cosa cuando quedaba fuera de alguna convocatoria; ellos realmente sienten que el fraybentino no es profeta en su tierra.
Para los brasileros –y no solo los hinchas que hacen fotomontajes en los que le ponen la camiseta de su selección–, el hombre que es idolatrado en el Flamengo, equipo en el que alguna vez fue ídolo un tal Zico, podría ser perfectamente uno de ellos. Así de grande es el reconocimiento de sus pares. Uno de ellos, Vítor Borba Ferreira –conocido en el mundo del fútbol como Rivaldo– declaró que Giorgian de Arrascaeta podría jugar fácilmente, si hubiera nacido en Brasil, en la misma selección con la que él fue campeón del mundo. ¿Los argumentos? Varios, por ejemplo, su extrema calidad, la diferencia que marca en cualquier momento del partido con sus goles o sus pases y la confianza que le da a su equipo cuando está en la cancha. Por si no se entendió, el que dice que hoy no hay muchos jugadores en el mundo con las características del 10 de Uruguay y que cualquier entrenador quisiera tenerlo en su equipo es Ri-val-do. Vale googlearlo.
No sorprende que sus compañeros, habituados a que De Arrascaeta les haga la vida más fácil, viertan conceptos similares a los del excrac del Barcelona. Precisamente en el club catalán, o en otros como el Real Madrid, el Chelsea o el Atlético Madrid, piensa el lateral Filipe Luis –de extensa trayectoria en Europa– que Giorgian podría jugar sin problemas porque está por encima de la media. De sus palabras se desprende un profundo agradecimiento hacia el hecho de que elija seguir jugando en Brasil por su identificación con el país, con la hinchada y con el club. Recordemos que en Brasil los laterales son muy importantes y los del Flamengo saben qué es lo primero que tienen que hacer cuando tienen la pelota: buscar a Arrasca con la mirada, porque es el que marca los tiempos y los momentos del juego. Y así como es de decisivo para su lateral izquierdo, también lo es para el derecho, Rodinei, quien dijo a la prensa que De Arrascaeta puede jugar en cualquier equipo del mundo y que, si fuera brasileño, estaría en la selección porque es un crac que piensa las jugadas mucho antes de que sucedan.
¿Y qué pasaría si ese jugador fuese brasilero, como tantos sueñan en el país de Pelé? Seguramente, muchas cosas serían diferentes. Para él, fundamentalmente. Jugaría con laterales que suben todo el tiempo y manejan la pelota como cualquier delantero, con volantes capaces de “hacerla chiquita” y también de turnarse estratégicamente para hacer faltas en el medio de la cancha, con delanteros hábiles para el malabar bien entendido y con la precisión de jugadores de futsal y, sobre todo, no lo criticarían desde la tribuna por ser “lagunero”. Pero ya sabemos que, en esta vida, a Giorgian –rey de Río y considerado por muchos como el mejor jugador de América– le tocó ser uruguayo y que lo valoren más por tirarse al suelo a recuperar una pelota o por hacerle el relevo al lateral que por poner un pase gol o por tirar un caño. Son maneras diferentes de interpretar el fútbol –en el sentido de ejecutarlo y de entenderlo– tan distantes como los 2.533 kilómetros que separan Fray Bentos de Río de Janeiro.